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Paisajes y Metonimias

Un territorio de aproximación a lo conocido-desconocido, en la obra de Sandra Ciccioli
* por Mariana Rodríguez Iglesias

"El cuadro debe ser para el que lo experimente,
una revelación, la resolución inesperada
y sin precedentes de una necesidad eternamente familiar”.
Marc Rothko

Históricamente, el paisaje es el espacio plástico donde lo racional se apodera de lo orgánico. La cultura como aquello que pone límites y se ocupa de encerrar en un marco bien delimitado lo que esencialmente no tiene bordes, la Naturaleza. Los paisajes de la historia del arte son, por lo tanto, indicios de maneras de entenderla y de pensarla colectivamente: como un horizonte libre y salvaje, para los paisajistas ingleses del siglo XVIII; o armonioso y elegante, en términos de los franceses que habitaban jardines rococó; pero también puede ser esos terrenos ganados a los impíos, listos para su explotación comercial, en los ojos de los artistas pioneros que llegaron a nuestras costas para ver todo por primera vez. Con el paso del tiempo, esos paisajes que venían a contar historias colectivas se fueron atomizando como sucedió con todas las ideologías. Las grandes verdades encontraron refugio en las pequeñas certezas. Por lo tanto podríamos decir que hoy todo paisaje es al mismo tiempo un autorretrato. Esta es la manera en que sugiero se lean las obras de Sandra Ciccioli. Cada imagen de trazos desvanecidos, confusos, cada una de esas construcciones de terrenos borrosos, son al mismo tiempo paisajes imaginados y huellas de ella misma en un interior que no puede ser descripto con palabras porque éstas siempre van a ser escasas. Si el paisaje es la extensión del terreno que se ve desde un sitio, las aguadas, tintas y esgrafiados de Ciccioli son un panorama generoso, un territorio de aproximación a lo conocido-desconocido. Sus manchas fueron trabajadas con materia densa, sostenida desde una consciente monocromía. Luego la artista opta por retirar los excesos, lo que sobra es soltado, para construir sus imágenes vaporosas: no sólo horizontes, sino también seres, bichos, a veces explosiones, a veces raíces, siempre cerca de la caligrafía o la topografía. Entonces, antes que un controlado dibujo, lo que Sandra Ciccioli realiza sobre el papel es el acompañamiento del fluir azaroso de la tinta con el agua, con el papel, con el impulso de un pincel, de una mano. Por eso, es más justo hablar de encuentro (o “reconocimiento” como dirá la artista) que de construcciones. Encuentro en tanto acto de coincidir en un punto dos o más elementos, siendo hallazgos. Y de esta manera entendemos cómo una obra de Ciccioli permite hablar de ella misma y del arte en igual medida. Cada tinta, cada paisaje, cada bicho enmarañado, es a la vez una celebración de las reuniones y las oposiciones, en cuanto que son piezas únicas; también son la metonimia del poder del arte: esos signos que nos hacen coincidir con los otros y descubrir juntos este juego de libertad y de sentidos compartidos que es el arte.

"Extracto del texto "Paisajes y Metonimias".
Un retrato parcial de la obra de Sandra Ciccioli" .
Mariana Rodríguez Iglesias (curadora, docente, crítica Artes Visuales - UBA)

Fecha
Marzo, 2015

Lugar
Fundacruz, Rio Gallegos, Santa Cruz

Prensa
Diario La Opinión Austral